jueves, 26 de junio de 2008

Ligeros, Mareados y Notengomonedas

Contraenigma


El ligero se paseaba bajo la lluvia estrenando su piloto y su paraguas, tener la ropa mojada le molestaba y mucho. Caminaba por grandes avenidas siempre impresionándose de los nuevos carteles publicitarios, los grandes edificios y sus modernas fachadas.
Por el pasaje donde el sol no llega ni a asomarse, el mareado venia despreocupado de la lluvia, era una de las pocas experiencias parecidas a una caricia que podía encontrar. Desgraciadamente para él, no podría evitar la intersección de alguna avenida a su paso y decidió dirigirse hacia la más grande de ellas para no ser menos. Entonces vio un espectáculo único, parecía una postal, decenas de ligeros con sus pilotos y sus paraguas caminando, como siempre, a toda velocidad. Temió un momento, pero luego de pensarlo bien y varias veces, se aventuró al hormiguero. Mientras lo recorría su mirada se encontró con todas las otras miradas ligeras de asombro y desinterés, porque así eran los ligeros, fáciles de asombrar, pero ese asombro desaparece rápidamente y era sustituido por el desinterés y la búsqueda de otro evento que los asombre, casi una necesidad para estos especimenes.
Cuando estaba por bajar el cordón, se encontró a un ligero sin moverse, lo que lo impresionó y logró que se olvide por un instante de la avenida que lo acosaba y el desagrado que le generaba. Se percató de que el ligero estaba profundamente concentrado en una boca de tormenta y la curiosidad lo llevo a pararse junto al individuo. El ligero se sorprendió de la presencia del mareado, lo miró un momento y se le ocurrió plantearle la pregunta que se estaba tratando de responder hacia rato pero en forma de enigma, como si ya supiera la respuesta, para dejar en ridículo al mareado. “¿A que no sabés por qué siempre estas cosas son redondas?”
El mareado levantó la cabeza y miró las gotas que caían sobre él, miró al ligero con una mirada profunda, este se sonreía del placer de dejar sin palabras al mareado, y le respondió “Solo te diré la respuesta si logras que la tapa caiga por el agujero”, cruzó la avenida y se perdió por alguna calle de empedrado y gris.



Pienso…luego hablo

El notengomoneda piensa en ideas y en objetos; el mareado piensa y habla acerca de ideas y objetos, y el ligero habla de otros hombres.


Un todo luego de la nada

Los opuestos eran el tema favorito para pensar de los notengomoneda, uno de ellos sentado en su pequeño inframundo pensaba en la vida pero no podía escaparle a la muerte. Recordando la poesía que había leído en la infancia, sus ideas se derivaron en las metáforas, las analogías y las comparaciones que se le adjudican a la vida en la cotidianeidad, su musa por excelencia. Pensó todas las que se le pudieran a uno ocurrir, o al menos a un notengomoneda, y llego a la conclusión de que todo este mundo de comparaciones, metáforas y analogías con las que se comparaba a la vida le daban a esta el titulo de un todo. Pero de esos todos que al ser absolutos son también nada, esa nada que solo se puede mencionar, por que no puede ni siquiera imaginarse.
Entonces un pensamiento lo asustó, supo que ahora poseía ese todo pero por poco tiempo ya, y que la nada se le avecinaba en su horizonte. Entonces no quiso volver a pensar nada mas de ese todo que ahora era nada y enmudeció se pensamiento esperando esa nada que pronto seria todo para él.


Inteligencia

No era que los ligeros no fueran inteligentes, de hecho lo eran, pero tenían esa inteligencia que se espera de la gente, la mas natural y lógica. Los mareados poseían la capacidad del pensamiento lateral, una inteligencia diferente a la cotidiana, esa que no se espera pero que no deja de ser lógica. Los notengomoneda tenían la suerte de contener dentro de sus mentes los dos tipos de inteligencia y la capacidad de poder ejecutar cada una de ellas cuando querían, pero su problema es que no pueden hablar.


Pienso…luego hablo II

Los imparciales notengomoneda piensan todo lo que no pueden decir y solo dicen aquello, esa frase, que no pueden pensar, mientras que los ligeros tienen la virtud y el defecto de decir siempre lo que piensan sin pensar lo que dicen.


Opuestos

El ligero no mira, ve, el ligero no escucha, oye, nunca hay tiempo suficiente para él, siempre hay algo inconcluso, algo por hacer que seguro se está olvidando, algo tan importante como lo que ya hizo, pero nunca puede recordar bien qué. El ligero detesta al mareado, sostiene que no comprende su modo de vida, siempre haciendo todo con lentitud, tomándose tiempo de más, pensando todo su accionar, nunca termina de hacer lo que tiene que terminar. En fin no tolera una vida así, pero por otro lado siente una profunda envidia, porque a veces quisiera ser como el mareado, meditabundo, pensativo, tomarse su tiempo para actuar y no lo puede hacer. Al mismo tiempo, el mareado también envidia al ligero, ¿quién no quisiera hacer todo con rapidez y olvidarse?, estar siempre atento, ser sagaz, audaz, rápido para pensar y actuar. En fin son dos orgullosos, caprichosos, que se detestan, pero no pueden vivir el uno sin el otro, necesitan de su otro extremo, son dialécticos, poseen su negación dentro de si mismos, no existiría uno si no existiera el otro, pero eso ellos no lo saben y es en esa ignorancia en la que todavía pueden vivir sin preocuparse demasiado.


Nada cambia

Sentado en el mismo lugar, bajo los mismos árboles, estremeciéndose por el mismo viento, está allí desde y para sierre, porque heláis lo quiso, un fundamentalista de Parmenides. Ya fue ligero, ya fue mareado, pero nada lo convenció, podría decirse que de tanto ir a los extremos se resbalo en la mediocridad. Tiene los ojos despeinado, la risa sin dormir, no hay más nada en los bolsillos que siguen firmes descansando en sus agujeros. Se volvió mudo, pero un mudo artificial, de esos que prefieren no hablar, “El mejor de los mudos” dirían los inventores de refranes. Solo hay una frase que puede esbozar, una frase corta pero eterna, que nos refleja que su olvido ya no puede olvidar, que expresa su desazón, su tristeza, su desesperanza, su melancolía, “no tengo monedas” dice y se sonríe de su único saber, que su eternidad ya se acaba y no sabe que va a ser.

viernes, 6 de junio de 2008

Cuento Taller de Lectura



Avisamos que ya está en Publicaciones la ficha con el cuento "Todo lo
que asciende debe converger" de Flannery O´Connor con la propuesta de
lectura para el taller del miércoles próximo (en los dos horarios de
teórico).

Prof Liliana Lotito